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En la conferencia de prensa posterior, Cassius Clay respondió con rotundidad a un periodista soviético que le pregunto que le parecía, como negro que era, que en su país no le permitían comer en determinados restaurantes.
"América es el país más grande del mundo y en lo que se refiere a los sitios donde yo no puedo comer, tengo un montón donde sí puedo, hay más sitios donde puedo que donde no puedo", contestó Clay, según escribe Wallechinski.
Clay, que no se quitaba la medalla ni para dormir, fue recibido como un héroe en Louisville, pero no tardó en comprobar que tenía menos sitios donde comer de los que creía.
En su biografía, "El más grande", Clay cuenta que él y su amigo, Ronnie King, pararon un día en un restaurante sólo para blancos y pidieron dos hamburguesas. La camarera se negó a servirles. "Yo soy Cassius Clay, el campeón olímpico", clamó, pero la decisión de los propietarios del local no cambió. Tremendamente decepcionado, el boxeador arrojó la medalla al río Ohio.
Fue como el cierre del primer capítulo de su extraordinaria biografía, llena de momentos mágicos y extravagantes, de furibundas polémicas (el anuncio de que se convertía al islamismo y tomaba el nombre de Mohamed Ali o el de la negativa a incorporarse al Ejército para combatir en Vietnam) y de resurrecciones imposibles (perdió y recuperó el cetro en dos ocasiones, la última contra Leo Spinks a la edad de 36 años).
La retirada del boxeador que había ganado más dinero que todos los pesados anteriores juntos. Como lo ganó, también lo gastó. Había sido también el pugilista más dicharachero de la historia, un lujo para los periodistas ávidos de sensaciones fuertes.
El diagnostica de la enfermedad de Parkinson, cuyas huellas eran visibles en Ali el día de apertura de los Juegos Olímpicos de Atlanta, el 20 de julio de 1996, cuando el ex boxeador encendía el pebetero.
Fue en Atlanta donde se le entregó a Ali una nueva medalla de oro, en recuerdo de aquella que arrojó al Ohio después de comprobar que la vida para un negro en el Estados Unidos de entonces no era nada fácil, ni siquiera para un campeón olímpico.
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