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Kevin Durant jugó un torneo maravilloso en Turquía. Y fue, quizás, la gran razón por la que el Team USA logró imponerse sin transpirar. Fue elegido Jugador Más Valioso del Mundial con 22.8 puntos, 6.1 rebotes por juego y 91.1% desde la línea de libres. Compartió el quinteto ideal con Hedo Turkoglu, Luis Scola, Milos Teodosic y Linas Kleiza
Durant fue, desde pequeño, un fuera de serie. Pese a que tenía un complejo importante con su estatura, que lo hacía ubicarse siempre al fondo de la clase para pasar lo más desapercibido posible, dentro de la cancha era todo lo contrario: feroz, aguerrido, todo un atleta y un líder para los suyos.
Con sólo 11 años en su documento de identidad, Kevin Durant ya había logrado su primer campeonato nacional como miembro de los Prince George Jaguars. En aquella definición juvenil, Durant anotó 18 puntos en el juego de cierre y le dijo por primera vez a su madre, Wanda Pratt, que quería jugar en la NBA.
"Le prometí que lo iba a ayudar en lo que deseara y necesite hacer", recuerda Wanda.
Precisamente, Durant llegó a la NBA con traje de estrella pero, al igual que su ídolo Michael Jordán, se ubicó en el segundo lugar del Draft por detrás del mal afortunado Greg Oden.
Es el día de hoy que los Portland Trail Blazers deben estar pensando cómo les puede haber pasado dos veces lo mismo, primero con Sam Bowie por encima de MJ en 1985, luego con Oden encima de KD en 2007.
Kevin no tuvo la chance de estar junto a su padre, Wayne Pratt, en los primeros años de su vida, ya que abandonó su casa cuando Kevin tenía sólo ocho meses de edad. Fue criado por la madre de su padre, Barbara Davis, y por su madre, Wanda Pratt. Wayne, un policía federal, volvió a la vida de Kevin 13 años después de su partida, y es el día de hoy que tienen una relación sólida y amistosa.
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