Estos personajes son la imagen del hombre cruel, terco, arrogante y prepotente, que proyecta la televisión, todos vemos cuando se quitan su máscara, y se aprecian las grandes discusiones con dirigentes, coaches, jugadores, por alguna jugada cantada. Pero muchas veces no entendemos que son seres humanos igual que todos los que palpamos el torneo.
Este año en el Béisbol Invernal de República Dominicana ellos no son los malos, ya no vemos tanto trabajo de la seguridad al final de los partidos, los fanáticos no se quejan tanto del arbitraje en los programas, y los periodistas tampoco le dedicamos tiempo para hablar de su trabajo solo en algunas ocasiones.
Simple y sencillo ahora la culpable es la bola de béisbol que parecen conejos de tan rápidas que andan en los estadios, o los bates tienen corcho. Ese es el tema a debatir en todas esquinas del país, ya olvidamos esos episodios de atacar salvajemente en todos los lugares a los hombres que dominan el escenario en cada jornada del pasatiempo nacional.
Estos héroes la pasada temporada (permiso para llamarles así), tenían que salir bien protegidos, los llevaban como si fueran delincuentes para su autobús. Me imagino que en el camino llaman a sus esposas y les dicen estoy bien, todo por un miserable sueldo que muchas veces no le alcanza para sus dietas, y tienen que sacar dinero de sus bolsillos, pero es su trabajo y lo disfrutan al máximo para infortunio de ellos.
Ahora todos hablamos científicamente de la medida de la bola, de la costura, del almacenamiento, de las alitas cortas que disparan batazos descomunales, que los lanzadores eran muy jóvenes, y ahora se aprieta la liga para los bateadores con la entrada de los Grandes Ligas. Ya no tocamos con tanta frecuencia el tema de los árbitros, todo ha cambiado.
Ya no escuchamos los tantos improperios de los fanáticos en las gradas, la polémica bola ha dado otro giro al evento, pero me sigo preguntando hasta cuando durara este matrimonio con esos seres humanos de carne y hueso que deben estar preparados tanto en lo físico como en lo psicológico para aguantar todo tipo de presiones o comportamientos.
Pero algo es seguro para ellos, siempre están vigilados por la cámara discriminadora. Serán rechazados por los fanáticos, jugadores, coaches y dirigentes que nunca dejaran de verlos como los grandes enemigos, aunque sin ellos no existiera el deporte, ya que son los que imponen el respeto sobre el campo de juego.
Que agallas tienen estos hombres marcados por un lado oscuro del destino, pero consientes a la hora de la responsabilidad para cumplir con su deber como todo profesional de su estirpe, y a la hora de evaluarlos son iguales a los demás seres humanos, porque también se pueden equivocar. ¿Y ahora donde están los árbitros? No, este año es la bola de conejo, o son los bates.
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