ESPNdeportes.com / por Buster Olney
Como manager de los Joe Yankees, Torre hablaba al principio de cada entrenamiento de primavera sobre la importancia de mantener las discusiones en secreto, sobre el respeto mutuo a pesar de las diferencias. A veces regañaba a los reporteros cuando sentía que las preguntas eran peligrosas o muy picantes para su gusto.
En el libro de Torre es evidente que está dolido por esas últimas horas con el equipo. Pero más allá de sus sentimientos, el enojo en la organización de los Yankees hacia Torre es más profundo de lo que él se imagina; en los ojos de muchos, Torre nunca será visto de la misma manera, y nunca será perdonado.
Así que cuando Torre apuntó hacia terceros en su libro y vendió las memorias de las discusiones internas que siempre dijo que se debían mantener en secreto, la opinión colectiva dentro de la organización de los Yankees cambió para siempre.
Sus ataques al gerente general Brian Cashman, quien lo había protegido a través de los años de la furia de George Steinbrenner y quien había sido su mejor aliado. Y les repugnó lo que podría parecer golpes bajos contra Alex Rodriguez y Kevin Brown y Carl Pavano; en el caso de Pavano, Torre estaba en la posición perfecta para saber que todas sus lesiones eran legítimas. En resumen, ellos lo ven como un hipócrita.
Su liderato durante la dinastía de 1996-2001 siempre será celebrado como crucial, y cuando Torre reciba su tarja del Salón de la Fama, la escultura llevará la gorra del equipo con el que ha tenido los mayores éxitos de su larga carrera, los Yankees. Pero los sentimientos de aquellos que dejó atrás nunca serán los mismos de antes.
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